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viernes, 20 de diciembre de 2013

LA SANTA NAVIDAD

Autor: Papa Francisco | Fuente: es.radiovaticana.va
La Santa Navidad
Catequesis del Papa: El gran regalo del Niño de Belén. 18 diciembre 2013
 
La Santa Navidad
La Santa Navidad
Queridos hermanos y hermanas, buenos días:

este encuentro tiene lugar en el clima espiritual del Adviento, aún más intenso por la Novena de la Santa Navidad, que estamos viviendo en estos días y que nos lleva a las fiestas navideñas. Por eso hoy me gustaría reflexionar con vosotros sobre la Navidad, la Navidad de Jesús, fiesta de la confianza y la esperanza, que supera la incertidumbre y el pesimismo. Y la razón de nuestra esperanza es ésta: ¡Dios está con nosotros y confía en nosotros otra vez! Pero piensen bien en esto: ¡Dios está con nosotros y Dios se fía todavía de nosotros! Es generoso este Padre Dios ¿eh? Dios viene a morar con los hombres, elige la Tierra como su casa para estar junto al hombre y encontrarlo allí donde el hombre pasa sus días en la alegría y en el dolor. Por lo tanto, la tierra ya no es sólo un "valle de lágrimas", sino es el lugar donde Dios mismo ha puesto su tienda, es el lugar de encuentro entre Dios y el hombre, de la solidaridad de Dios con los hombres.

Dios ha querido compartir nuestra condición humana hasta el punto de llegar a ser uno con nosotros en la persona de Jesús, que es verdadero Dios y verdadero hombre. Pero hay algo aún más sorprendente. La presencia de Dios en medio de la humanidad no se ha realizado en un mundo ideal, idílico, sino en este mundo real, marcado por tantas cosas, buenas y malas, marcado por divisiones, maldad, pobreza, opresiones y guerras. Él ha elegido habitar nuestra historia tal como es, con todo el peso de sus limitaciones y de sus dramas. Al hacerlo, ha demostrado de manera insuperable su inclinación misericordiosa y llena de amor por las criaturas humanas. Él es el Dios-con-nosotros; Jesús es Dios-con-nosotros, ¿creen ustedes esto? (responden sí) ¿pero hacemos juntos esta confesión? Jesús es Dios con nosotros, ¡todos!: ¡Jesús es Dios con nosotros! Otra vez: ¡Jesús es Dios con nosotros!, Muy bien, ¡Gracias! ¡Jesús es Dios con nosotros! Desde siempre y para siempre con nosotros en los sufrimientos y en los dolores de la historia. El nacimiento de Jesús es la manifestación de que Dios "toma partido" una vez por todas por el hombre, para salvarnos, para levantarnos del polvo de nuestras miserias, de nuestras dificultades, de nuestros pecados.

De aquí viene el gran "regalo" del Niño de Belén: una energía espiritual Él nos trae, una energía que nos ayuda a no hundirnos en nuestras fatigas, en nuestra desesperación, en nuestras tristezas, porque es una energía que enardece y transforma el corazón. El nacimiento de Jesús, de hecho, nos trae la buena noticia de que somos amados inmensamente e individualmente por Dios, ¡y este amor no sólo nos lo hace conocer, sino que nos lo da, lo comunica!

De la contemplación gozosa del misterio del Hijo de Dios nacido para nosotros, podemos sacar dos consideraciones:

La primera es que si en Navidad, Dios se revela no como alguien que está en lo alto y domina el universo, sino como el que se abaja, ¡Dios se abaja! Desciende a la tierra, pequeño y pobre, significa que para ser como Él, no debemos ponernos por encima de los otros, sino más bien abajarnos, ponernos al servicio, hacernos pequeños con los pequeños y pobres con los pobres. Pero es algo feo cuando se ve un cristiano que no quiere abajarse, que no quiere servir. Un cristiano que se pavonea por todos lados, ¿es feo eso, no? ¡Ese no es un cristiano! ¡Ese es un pagano! ¡El cristiano sirve, se abaja! ¡Hagamos de tal modo que estos nuestros hermanos y hermanas nunca se sientan solos!

En segundo lugar: si Dios, por medio de Jesús, se comprometió con el hombre para llegar a ser como uno de nosotros, quiere decir que cualquier cosa que hagamos a un hermano y una hermana lo hacemos a Él. Nos lo recordó el mismo Jesús: aquel que haya alimentado, recibido, visitado, amado uno de los pequeños y de los pobres entre los hombres, lo habrá hecho al Hijo de Dios.

Encomendémonos a la materna intercesión de María, Madre de Jesús y nuestra, para que nos ayude en esta Santa Navidad, ya tan cercana, a reconocer en el rostro de nuestro prójimo, especialmente de las personas más vulnerables y marginadas, la imagen del Hijo de Dios hecho hombre. Gracias.

NAVIDAD: ALGUIEN QUE ME ESPERA CON CARIÑO

Autor: P. Fernando Pascual LC | Fuente: Catholic.net
Navidad: alguien que me espera con cariño
Sí, todos estamos invitados a acudir ante un Niño en la cuna que nos espera, que nos conoce, que nos necesita.
 
Navidad: alguien que me espera con cariño
Produce una gozosa paz en el alma saber que alguien nos espera, nos ama, nos busca. Significa que nuestra vida tiene sentido, que somos importantes para otro, que no vivimos simplemente por inercia, que hay una meta hermosa por la que vale la pena nuestro esfuerzo.

Al dirigir sus palabras de felicitación en la Navidad del año 1965, el entonces Papa Pablo VI imaginaba cómo desde la cuna de Belén se producía una llamada universal: "¡Venid, venid todos!". Hablaba con el calor de un padre que se dirige a sus hijos: "¡Venid, que sois esperados! ¡Venid, que sois conocidos! ¡Venid, que hay algo maravillosamente bueno preparado para vosotros! ¡Venid!".

Sí, todos estamos invitados a acudir ante un Niño en la cuna que nos espera, que nos conoce, que nos necesita. Descubrimos entonces que la vida tiene un sentido hermoso, magnífico: Dios ha puesto su tienda entre nosotros para buscar a cada uno de sus hijos.

¿También me espera a mí si he sucumbido ante el pecado, si he dejado crecer el egoísmo, si me he cegado por la codicia, si he pactado con los desórdenes de la carne? Sí, también a mí, y quizá precisamente con más anhelos. Jesús Niño es ya, entre sus movimientos infantiles, un gran médico ansioso por curar heridas y devolver esperanzas.

En cada Navidad la llamada se repite. Han pasado años y siglos desde el anuncio de los ángeles a los pastores: "Os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un salvador, que es el Cristo Señor" (Lc 2,11). Pero no ha pasado la actualidad de esa invitación. Cada generación humana, también la nuestra, necesita acudir a quien, de verdad, puede salvarnos del mayor de los males: el pecado.

El mundo moderno está sumergido en prisas y en angustias. Muchos no alcanzan a escuchar la llamada. A pesar de todo, la Voz sencilla de un Niño sigue resonando entre nosotros. Los oídos atentos, los corazones despiertos, alcanzan a escuchar un murmullo humilde, una invitación constante y respetuosa.

Es entonces cuando puedo descubrir que Alguien me espera con cariño. Llega el momento de ponerme en camino hacia la gruta. En ella encontraré a un Niño enamorado, a su Madre buena, y a tantos hombres y mujeres que han acogido la gran noticia: Dios nos ama. Sí: ¡venid, venid todos!

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  • P. Fernando Pascual LC