Autor: Padre Eusebio Gómez Navarro OCD
Un hombre de Marsella, caminando a la par del padre Calage, el gran amigo de los pobres, le grito bruscamente:
Un hombre de Marsella, caminando a la par del padre Calage, el gran amigo de los pobres, le grito bruscamente:
– ¡Te odio!
– Pues si supieras cuánto te amo... le respondió el humilde sacerdote.
Si nos dejamos llevar por los primeros impulsos, fácilmente cometeremos errores. “No te vengarás ni guardarás rencor contra los hijos de tu pueblo” (Lv 19,18). Quien no se venga no es un cobarde; al contrario, se necesita mucha valentía para no responder con la misma moneda y ser capaz de detener la espiral de la violencia. “Ya llegará el tiempo en que verás arruinados a los que arruinaron la tierra” (Ap 11,18), pues “el que hiera mortalmente a cualquier ser humano, morirá” (Lv 24,17).
En lugar de la venganza, es mejor acercarse al otro y darle un abrazo. Esto es lo que manda Jesús. “Habéis oído que se dijo: ‘Ojo por ojo y diente por diente’. Pues yo os digo: No resistáis al mal; antes bien, al que te abofetee en la mejilla derecha ofrécele también la otra; al que quiera pleitear contigo para quitarte la túnica, déjale también el manto; y al que te obligue a andar una milla, vete con él dos. A quien te pida da, y al que desee que le prestes algo no le vuelvas la espalda” (Mt 5,38-42).
Amar a los amigos es fácil; eso lo hacen también los paganos. Para ser hijos de Dios, hay que amar también a los enemigos, orar por los que nos persiguen y ser perfectos como Él que hace salir el sol sobre malos y buenos (Mt 5,44-48).
A la violencia se la vence con la no violencia, no con la fuerza bruta. San Pablo enseña cómo tratar al que nos ha ofendido: “Bendecid a los que os persiguen, no maldigáis... No te dejes vencer por el mal; al contrario, vence el mal con el bien” (Rm 12,14.21).
No es fácil vencer el mal con el bien; sólo los que se apoyan en Jesús y cuentan con la gracia de Dios pueden hacerlo. Pero es la única forma de acabar con la violencia.
¿Quién iba a decir que un hombre tan pequeño como Ghandi, no usando la violencia, iba a ser capaz de doblegar al imperio Británico?
– Pues si supieras cuánto te amo... le respondió el humilde sacerdote.
Si nos dejamos llevar por los primeros impulsos, fácilmente cometeremos errores. “No te vengarás ni guardarás rencor contra los hijos de tu pueblo” (Lv 19,18). Quien no se venga no es un cobarde; al contrario, se necesita mucha valentía para no responder con la misma moneda y ser capaz de detener la espiral de la violencia. “Ya llegará el tiempo en que verás arruinados a los que arruinaron la tierra” (Ap 11,18), pues “el que hiera mortalmente a cualquier ser humano, morirá” (Lv 24,17).
En lugar de la venganza, es mejor acercarse al otro y darle un abrazo. Esto es lo que manda Jesús. “Habéis oído que se dijo: ‘Ojo por ojo y diente por diente’. Pues yo os digo: No resistáis al mal; antes bien, al que te abofetee en la mejilla derecha ofrécele también la otra; al que quiera pleitear contigo para quitarte la túnica, déjale también el manto; y al que te obligue a andar una milla, vete con él dos. A quien te pida da, y al que desee que le prestes algo no le vuelvas la espalda” (Mt 5,38-42).
Amar a los amigos es fácil; eso lo hacen también los paganos. Para ser hijos de Dios, hay que amar también a los enemigos, orar por los que nos persiguen y ser perfectos como Él que hace salir el sol sobre malos y buenos (Mt 5,44-48).
A la violencia se la vence con la no violencia, no con la fuerza bruta. San Pablo enseña cómo tratar al que nos ha ofendido: “Bendecid a los que os persiguen, no maldigáis... No te dejes vencer por el mal; al contrario, vence el mal con el bien” (Rm 12,14.21).
No es fácil vencer el mal con el bien; sólo los que se apoyan en Jesús y cuentan con la gracia de Dios pueden hacerlo. Pero es la única forma de acabar con la violencia.
¿Quién iba a decir que un hombre tan pequeño como Ghandi, no usando la violencia, iba a ser capaz de doblegar al imperio Británico?
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