lunes, 16 de diciembre de 2013

DEJEMOS DE PONER NUESTRO CORAZÓN EN LAS COSAS PASAJERAS

Autor: Ma Esther de Ariño | Fuente: Catholic.net
Dejemos de poner nuestro corazón en las cosas pasajeras
Olvidemos en este tiempo de Adviento nuestro pequeño mundo y volvamos los ojos a los que nos necesitan
 
Dejemos de poner nuestro corazón en las cosas pasajeras

Estamos en tiempo de Adviento, tiempo santo de preparación para la Navidad.

Siempre que vamos a tener un gran acontecimiento en nuestras vidas, nos preparamos. Así se preparaban en los tiempos antiguos para la llegada del MESÍAS. Así nosotros hemos de prepararnos para esta Nochebuena, para esta Navidad en que celebraremos la llegada del Niño-Dios.

Esto es una conmemoración, pero también se nos pide una preparación muy especial para la segunda llegada de Jesucristo como Supremo Juez, también llamada Parusía en la que daremos cuenta del provecho que hayamos sacado de su Nacimiento y de su muerte de Cruz.

El día en que hemos e morir es el acontecimiento más grande e importante para el ser humano. No resulta agradable hablar de ello ni pensar en esto. Tal vez por ser lo único cierto que hay en nuestra vida: la muerte. Es más agradable quedarnos en la fiesta, en la alegría de una hermosa Navidad. Pero no olvidemos que este episodio ya fue. El otro está por venir. Aún no llega, pero ... llegará. "Velen, pues, y hagan oración continuamente para que puedan comparecer seguros ante el Hijo del Hombre" - estas son las palabras de Jesús a sus discípulos, en aquellos tiempos según San Juan 21, 25-28,34-36 y nos las están repitiendo continuamente en nuestro presente.

Dejemos de poner nuestro corazón en las cosas pasajeras y pensemos más en los bienes eternos. ¿Quién podrá comparecer seguro ante el Hijo del Hombre? Tan solo el pensamiento de este Juicio nos hace estremecer.

Pero recobremos la esperanza sabiendo que seremos juzgados con gran misericordia y amor si en este tiempo de Adviento nos preparamos "rebosante de amor mutuo y hacia los demás" -como dice San Pablo en su carta a los tesalonicenses: 3,12, 2-4 "porque tuve sed y me disteis de beber, porque tuve hambre y me disteis de comer"...

Pensemos en los demás. Olvidemos en este tiempo de Adviento nuestro pequeño mundo y volvamos los ojos a los que nos necesitan, a los que nada tienen, a los que podemos hacer felices dándoles nuestra compañía, nuestro amor y apoyo, una palabra de ternura y aliento, una sonrisa... Siempre está en nuestra mano hacer dichoso a un semejante. Solo así podremos estar seguros ante la presencia y el Juicio de Nuestro Señor Jesucristo que lleno de amor y misericordia unirá a nuestras pobres acciones los méritos de su Pasión y muerte.




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  • Ma. Esther de Ariño
     

    TARJETAS NAVIDEÑAS DE REGALO PARA IMPRIMIR































    IMÁGENES ANIMADAS DE NIÑO NAVIDEÑO






    EL ADVIENTO



    El Adviento

    El Adviento es larga espera
    de un Dios que se va gestando
    y en el seno revelando
    de la humanidad entera;
    y en su seno de esperanza
    se gesta la sementera.

    Por vericuetos sin nombre,
    -incansable peregrino-
    Dios siempre está de camino
    viniendo en busca del hombre.
    ¿Hay alguien que no se asombre
    de ver a Dios empeñado
    en llegar apresurado
    al encuentro con el hombre?

    Dios mismo trazó el camino
    cuando se vino a encarnar
    y así poder caminar
    junto al hombre peregrino.
    Un Dios que encarnado llega,
    hecho hombre de verdad
    y carne de humanidad,
    auténtica, no de pega.

    El mismo Jesús lo dijo:
    "Soy Verdad, Camino y Vida,
    por mí al Padre es la subida
    y en mí halláis camino fijo".

    Ya está la duda resuelta,
    pues, Jesús para esto vino,
    para ser nuestro camino,
    nuestro Camino de vuelta.

    Y el Dios que a nosostros viene
    en advientos cotidianos,
    transita con pies y manos;
    los que Jesús tuvo y tiene
    en los hombres sus hermanos.


    Tomada del blog del
    P. José Luis Martínez

    VIENE EL PRÍNCIPE DE LA PAZ


    VIENE EL PRÍNCIPE DE PAZ

    Cada año hacia noviembre-diciembre nos da por regalar cosas y recibimos también regalos de otras personas. En el fondo de este fenómeno curioso está lo sucedido en la primera Navidad de la historia cuando un Dios quiso darse Él mismo como regalo en un pueblito llamado Belén. Ese Niño Dios, envuelto en pañales, que probó por primera vez el frío de nuestro mundo y que quedó cautivado por primera vez por la sonrisa de su mamá, ha sido y seguirá siendo el mejor regalo que todos los seres humanos de todas las épocas recibimos.

    Así funciona nuestra fe: primero recibimos de Dios muchos dones y regalos y estamos llamados a darle regalos y dones a Él y a cada prójimo. La actitud de quien sólo quiere recibir regalos y no dar nada, la actitud de quien quiere que otros se le entreguen y él no está dispuesto a entregarse, es la raíz de todos los problemas del mundo.

    Vivir la Navidad al estilo del Niño Dios es convertirse en regalo para los demás. Que esta Navidad sea una pequeña muestra de que queremos al Niño Dios. De que queremos vivir nuestra fe. De que queremos dar gratis lo que gratis hemos recibido. De que queremos dar y no sólo recibir. De que queremos cambiar el mundo de la mano del Niño Dios…

    Siglos antes de la venida del Niño Dios, el profeta Isaías anunciaba:

    "Porque un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado; le ponen en el hombro el distintivo del rey y proclaman su nombre: Consejero Admirable, Dios Fuerte, Padre que no muere, Príncipe de la Paz."

    ¡Príncipe de la Paz! Hoy nuestras ciudades sufren por la inseguridad. Hoy más que nunca necesitamos al Niño Dios, Príncipe de la Paz. Hoy más que nunca nos toca contagiar la paz que nos viene del Niño Dios. Porque la paz que nos quiere regalar el Niño Dios se instala en el fondo del corazón. La paz que nos da Dios no puede depender de alarmas sofisticadas ni de guardaespaldas entrenados. La paz de Dios es más profunda. Ninguna tragedia le puede arrebatar la paz a quien se sabe en las manos del Príncipe de la Paz.

    Aceptemos el regalo de la paz del Niño Dios y contagiémosla a los demás. La paz del Niño Dios que es la paz del alma, de la conciencia, de la misericordia, del perdón mutuo, de la caridad cristiana, de la alegría cristiana en medio del dolor, del dar sin esperar nada a cambio.

    Querido Niño Dios, regálale tu paz a cada niño, a cada joven, a cada adulto y a cada anciano. Querido Niño Dios, regálanos tu paz. Mamá del Niño Dios, María, sigue cautivando con tu sonrisa a tu hijito Príncipe de la Paz y contagia tu sonrisa a todas las mamás de Saltillo porque donde hay una mamá que sonríe a su hijo ahí hay un pequeño príncipe de la paz.

    Arturo Guerra
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