lunes, 19 de mayo de 2014

LA FUERZA DEL SANTO ROSARIO

La fuerza del Santo Rosario
 
A lo largo de la historia se ha visto como el rezo del Santo Rosario pone al demonio fuera de la ruta del hombre y de la Iglesia. Llena de bendiciones a quienes lo rezan con devoción. Nuestra Madre del Cielo ha seguido promoviéndolo, principalmente en sus apariciones a los pastorcillos de Fátima.

El Rosario es una verdadera fuente de gracias. María es medianera de las gracias de Dios. Dios ha querido que muchas gracias nos lleguen por su conducto, ya que fue por ella que nos llegó la salvación.

Todo cristiano puede rezar el Rosario. Es una oración muy completa, ya que requiere del empleo simultáneo de tres potencias de la persona: física, vocal y espiritual. Las cuentas favorecen la concentración de la mente.

Rezar el Rosario es como llevar diez flores a María en cada misterio. Es una manera de repetirle muchas veces lo mucho que la queremos. El amor y la piedad no se cansan nunca de repetir con frecuencia las mismas palabras, porque siempre contienen algo nuevo. Si lo rezamos todos los días, la Virgen nos llenará de gracias y nos ayudará a llegar al Cielo. María intercede por nosotros sus hijos y no nos deja de premiar con su ayuda. 

Al rezarlo, recordamos con la mente y el corazón los misterios de la vida de Jesús y los misterios de la conducta admirable de María: los gozosos, los dolorosos, los luminosos y los gloriosos. Nos metemos en las escenas evangélicas: Belén, Nazaret, Jerusalén, el huerto de los Olivos, el Calvario, María al pie de la cruz, Cristo resucitado, el Cielo, todo esto pasa por nuestra mente mientras nuestros labios oran.

JESÚS ES TU AMIGO

Jesús es tu amigo. —El Amigo. —Con corazón de carne, como el tuyo. —Con ojos, de mirar amabilísimo, que lloraron por Lázaro... Y tanto como a Lázaro, te quiere a ti.

 San Josemaría Escrivá de Balaguer

CAMINANDO CON FE


Caminando con fe


"El que con fe se acerca a Dios, no vuelve con la canasta vacía"

"Fe es lo que da valor a las cosas que no podemos ver" 

"Fe es acercarse a Dios"

"Fe es llevar fruto aun en la debilidad"

"Fe es la palabra de aliento para los que están en sufrimiento"

"Fe es la justificación que tenemos para lograr la paz 
con Dios, por medio de nuestro Señor Jesucristo"

"Fe es lo que recibimos al oír la palabra de Dios"

"Fe es la que debe permanecer en nuestros corazones,
junto con la esperanza y el amor."

"Fe es lo que nos hace caminar confiados en los senderos 
espirituales"

"Fe es el escudo o defensa que tenemos los cristianos 
para rechazar 

"Fe para vivir con gozo y fe para morir en paz"
gracia santificante, la he recobrado ahora por este acto de amor a Dios. Hago propósito de confesarme en el momento más oportuno.

ORACIÓN DE UNA MADRE

Autor: Original para sontushijos | Fuente: http://www.sontushijos.org
Oración de una Madre
Ayúdame a discernir qué es lo mejor para mis hijos en cada momento
 
Oración de una Madre
Oración de una Madre
Según crecen nuestros hijos nos vamos dando cuenta de que la maternidad es algo mucho más complicado de lo que podíamos imaginar cuando nació nuestro primer hijo. Muchas veces nos preguntamos si lo estaremos haciendo bien: ¿no estaremos siendo demasiado permisivas? O, por el contrario, ¿no estaremos intentando controlar cada segundo de su vida conduciéndoles por un carril que tal vez no les conduzca a su desarrollo personal y, a la larga, hacia la felicidad? Verdaderamente no es fácil. Por eso es importante tratar con Dios todos estos temas de manera que nos ayude a discernir qué es lo mejor en cada momento. Y, cómo no, acudir a la Madre por excelencia, la Virgen Madre de Dios. He aquí una oración que le podemos dirigir:

Querida Virgen María, madre mía y madre de mis hijos.

Quiero acudir más a ti, especialmente en los momentos en que encuentre más difícil mi labor de madre.

Ayúdame a discernir qué es lo mejor para mis hijos en cada momento. A veces, con los hechos, antepongo actividades que potencian más su preparación intelectual que otras que procuran su desarrollo como persona. Hazme desear en cada momento que sean mejores personas, mejores cristianos, antes que los más brillantes de la clase.

Ayúdame a tener paciencia con ellos: que mi trato sea cada día más dulce y mis correcciones sean serenas - no un desahogo por mi enfado- . Que tenga presente que mi manera de tratarlos a ellos es el modelo que ellos tienen para tratar a los demás. Que mi trato hacia ellos les haga descubrir su gran dignidad. ¡Son hijos de Dios! Egoístillas, olvidadizos, desordenados, ... pero hijos de Dios, con un potencial inimaginable.

Ayúdame a respetar su singularidad, sus limitaciones, sus defectos. Que nunca lleguen a pensar que les quiero menos por no ser los más listos, los más obedientes, los más responsables, ... Yo les quiero porque son ellos, únicos e irrepetibles, y Dios los ha puesto en mis manos para acercarlos cada día más a Él.

Ayúdame a escucharles, a olvidarme de mis cosas para interesarme por las suyas. Aunque esté cansada, aunque me parezcan cosas banales. ¿Cómo voy a pretender que después me escuchen, si yo no lo hago?

Ayúdame a ser firme a la hora de actuar: a veces es más cómodo hacer las cosas yo, que hacer que las hagan ellos; o pasar por alto actuaciones inadecuadas porque es más cómodo dejarlas pasar. Que siempre sepan que mi amor es incondicional, hagan las cosas bien o las hagan mal. Yo siempre les voy a querer.

Ayúdame a querer cada día más a mi marido, su padre. Porque si de alguien han de aprender lo que verdaderamente es el amor entre un hombre y una mujer es de nosotros, no de una serie de televisión, o de una película romántica. Que vean que nuestro amor es atractivo, alegre, creativo, .... Y que se manifiesta cada día en detalles que ellos pueden ver (esto me daría para otra oración).

Ayúdame a tener la convicción de que mis hijos y mi marido son el camino que Dios ha previsto para que yo, cada día, pueda ir construyendo mi santidad. Dame el convencimiento de que es precisamente con estos hijos – y no con los de mi vecina- con los que podré alcanzarla. Y será, cada día, cada mañana al despertarlos, discutiendo por las galletas en el desayuno, recordándoles que no se olviden de lavarse los dientes, insistiendo para que se hagan sus camas, ... y por la tarde, y por la noche, …

Y cuando no sepa muy bien que hacer, déjame descansar en ti, Madre mía, porque donde no llego yo, llegas tú, antes, más y mejor. Porque tus tiempos no son siempre mis tiempos.
Y yo, por mi parte, siempre les voy a enseñar que tienen dos madres: una en el Cielo, tú, y la otra en la Tierra, yo. Que en los momentos y lugares que yo no esté con ellos, siempre estarás Tú, velando, protegiendo, intercediendo, para que acudan a ti.

Maternidad compartida. ¡Qué maravilla! ¿Qué más se puede pedir? Dios ha pensado en todo. Gracias Dios mío.

LETRAS AMARILLAS GRANDES PARA IMPRIMIR

















































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