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jueves, 1 de mayo de 2014

IMÁGENES DE SAN JOSÉ OBRERO













SAN JOSÉ OBRERO, 1 DE MAYO DEL 2014



José Obrero, Santo
Obrero
Mayo 1

Se cristianizó una fiesta que había sido hasta el momento la ocasión anual del trabajador para manifestar sus reivindicaciones, su descontento y hasta sus anhelos. Fácilmente en las grandes ciudades se observaba un paro general y con no menos frecuencia se podían observar las consecuencias sociales que llevan consigo la envidia, el odio y las bajas pasiones repetidamente soliviantadas por los agitadores de turno. En nuestro occidente se aprovechaba también ese momento para lanzar reiteradas calumnias contra la Iglesia que era presentada como fuerza aliada con el capitalismo y consecuentemente como el enemigo de los trabajadores. 

Fue después de la época de la industrialización cuando toma cuerpo la fiesta del trabajo. Las grandes masas obreras han salido perjudicadas con el cambio y aparecen extensas masas de proletarios. También hay otros elementos que ayudan a echar leña al fuego del odio: la propaganda socialista-comunista de la lucha de clases. 

Era entonces una fiesta basada en el odio de clases con el ingrediente del odio a la religión. Calumnia dicha por los que, en su injusticia, quizá tengan vergüenza de que en otro tiempo fuera la Iglesia la que se ocupó de prestar asistencia a sus antepasados en la cama del hospital en que murieron; o quizá lanzaron esas afirmaciones aquellos que un tanto frágiles de memoria olvidaron que los cuidados de la enseñanza primera los recibieron de unas monjas que no les cobraban a sus padres ni la comida que recibían por caridad; o posiblemente repetían lo que oían a otros sin enterarse de que son la Iglesia aquellas y aquellos que, sin esperar ningún tipo de aplauso humano, queman sus vidas ayudando en todos los campos que pueden a los que aún son más desafortunados en el ancho mundo, como Calcuta, territorios africanos pandemiados de sida, o tierras americanas plenas de abandono y de miseria; allí estuvieron y están, dando del amor que disfrutan, ayudando con lo que tienen y con lo que otros les dan, consolando lo que pueden y siendo testigos del que enseñó que el amor al hombre era la única regla a observar. Y son bien conscientes de que han sido siempre y son hoy los débiles los que están en el punto próximo de mira de la Iglesia. Quizá sean inconscientes, pero el resultado obvio es que su mala propaganda daña a quien hace el bien, aunque con defectos, y, desde luego, deseando mejorar. 

El día 1 de Mayo del año 1955, el Papa Pío XII, instituyó la fiesta de San José Obrero. Una fiesta bien distinta que ha de celebrarse desde el punto de partida del amor a Dios y de ahí pasar a la vigilancia por la responsabilidad de todos y de cada uno al amplísimo y complejo mundo de la relación con el prójimo basada en el amor: desde el trabajador al empresario y del trabajo al capital, pasando por poner de relieve y bien manifiesta la dignidad del trabajo -don de Dios- y del trabajador -imagen de Dios-, los derechos a una vivienda digna, a formar familia, al salario justo para alimentarla y a la asistencia social para atenderla, al ocio y a practicar la religión que su conciencia le dicte; además, se recuerda la responsabilidad de los sindicatos para logro de mejoras sociales de los distintos grupos, habida cuenta de las exigencias del bien de toda la colectividad y se aviva también la responsabilidad política del gobernante. Todo esto incluye ¡y mucho más! la doctrina social de la Iglesia porque se toca al hombre al que ella debe anunciar el Evangelio y llevarle la Salvación; así mantuvo siempre su voz la Iglesia y quien tenga voluntad y ojos limpios lo puede leer sin tapujos ni retoques en Rerum novarum, Mater et magistra, Populorum progressio, Laborem exercens, Solicitudo rei socialis, entre otros documentos. Dar doctrina, enseñar donde está la justicia y señalar los límites de la moral; recordar la prioridad del hombre sobre el trabajo, el derecho a un puesto en el tajo común, animar a la revisión de comportamientos abusivos y atentatorios contra la dignidad humana... es su cometido para bien de toda la humanidad; y son principios aplicables al campo y a la industria, al comercio y a la universidad, a la labor manual y a la alta investigación científica, es decir, a todo el variadísimo campo donde se desarrolle la actividad humana. 

Nada más natural que fuera el titular de la nueva fiesta cristiana José, esposo de María y padre en funciones de Jesús, el trabajador que no lo tuvo nada fácil a pesar de la nobilísima misión recibida de Dios para la Salvación definitiva y completa de todo hombre; es uno más del pueblo, el trabajador nato que entendió de carencias, supo de estrecheces en su familia y las llevó con dignidad, sufrió emigración forzada, conoció el cansancio del cuerpo por su esfuerzo, sacó adelante su responsabilidad familiar; es decir, vivió como vive cualquier trabajador y probablemente tuvo dificultades laborales mayores que muchos de ellos; se le conoce en su tiempo como José «el artesano» y a Jesús se le da el nombre descriptivo de «el hijo del artesano». Y, por si fuera poco, los designios de Dios cubrían todo su compromiso. 

Fiesta sugiere honra a Dios, descanso y regocijo. Pues, ánimo. Honremos a Dios santificando el trabajo diario con el que nos ganamos el pan, descansemos hoy de la labor y disfrutemos la alegría que conlleva compartir lo nuestro con los demás. 

ORACIÓN A SAN JOSÉ OBRERO EN BUSCA DE TRABAJO


ORACIÓN A SAN JOSÉ OBRERO 
EN BUSCA DE UN TRABAJO


¡Oh bendito Patriarca san José!,
insigne protector de todo aquel que lo solicita,
modelo de hombre justo y paciente,
ejemplo de virtud y santidad;
varón dotado de un alma tan pura
y un enorme corazón bondadoso
que con fe aceptaste los designios de Dios,
y por amor fuiste el más fiel esposo
de la madre del Señor.


Glorioso san José obrero,
que con el sudor de tu frente
y tus fuertes manos trabajadoras,
proporcionaste sustento a tu Familia,
en esta ocasión acudo con plena confianza a ti
para que a través de tu Santa Esposa,
la Inmaculada Virgen María,
y por el amor dulce y paternal que demostraste
a nuestro Señor Jesucristo,
me asistas en esta gran necesidad
que hoy me desespera y agobia,
acudo a ti para que me ayudes a conseguir
un trabajo digno y bien remunerado,
que me permita cubrir las necesidades de mi hogar,
un trabajo que me fortalezca como ser humano,
me sirva de relación con Dios nuestro Creador
y que sea un medio propicio para mi santificación.


San José bondadoso,
intercede ante Dios para que pueda obtener
lo que humildemente y de corazón te solicito:


(hacer la petición)


San José obrero, santo mío
por tu poderosa mediación
alcánzame de mi Dios y Señor
lo que tan urgente necesito,
y enséñame a amarle y servirle
como tú siempre lo hiciste.


Bienaventurado san José
concédeme también tu perpetua protección,
a fin de que, animado por tu ejemplo y asistencia,
pueda vivir santamente y piadosamente morir,
y alcanzar la eterna beatitud de la Patria Celestial.

jueves, 24 de abril de 2014

1 DE MAYO, SAN JOSÉ OBRERO


Día 1 de Mayo
 San José Obrero
Reflexión sobre el valor del trabajo


Evangelio: Mt 13, 54-58 Y al llegar a su ciudad se puso a enseñarles en su sinagoga, de manera que se quedaban admirados y decían:

—¿De dónde le viene a éste esa sabiduría y esos poderes? ¿No es éste el hijo del artesano? ¿No se llama su madre María y sus hermanos Santiago, José, Simón y Judas? Y sus hermanas ¿no viven todas entre nosotros? ¿Pues de dónde le viene todo esto?
Y se escandalizaban de él. Pero Jesús les dijo:
—No hay profeta que no sea menospreciado en su tierra y en su casa.
Y no hizo allí muchos milagros por su incredulidad.



El valor del trabajo

Celebramos con toda la Iglesia a San José, esposo de la Santísima Virgen y, según la ley judía, padre de Jesús, aunque no lo fuera por la generación habitual de la carne. No era, sin embargo, Jesús menos hijo de su corazón que los hijos comunes lo son de sus padres. Sin temor a exagerar, podemos afirmar que José es padre de Jesús, el hijo de María siempre Virgen, con una paternidad excelsa y muy superior a la de los padres que engendran según la carne. Como afirma san Agustín, a José no sólo se le debe el nombre de padre, sino que se le debe más que a otro alguno (...), ¿cómo era padre? Tanto más profundamente padre, cuanto más casta fue su paternidad. Algunos pensaban que era padre de Nuestro Señor Jesucristo, de la misma forma que son padres los demás, que engendran según la carne, y no sólo reciben a sus hijos como fruto de su afecto espiritual. Por eso dice San Lucas: se pensaba que era padre de Jesús. ¿Por qué dice sólo se pensaba? Porque el pensamiento y el juicio humanos se refieren a lo que suele suceder entre los hombres. Y el Señor no nació del germen de José. Sin embargo, a la piedad y a la caridad de José, le nació un hijo de la Virgen María, que era Hijo de Dios.

José amaba a Jesús como no somos capaces de amar los demás hombres. Entregó al Hijo de Dios encarnado lo mejor de sí mismo, incluyendo el trabajo que llenaba su vida y sustentaba a la familia que quiso Dios para nacer, crecer y alcanzar su madurez entre los hombres. Por eso Nuestro Señor era conocido como artesano: el hijo del artesano. Y nos lo imaginamos durante muchos años –tenía Jesús al comenzar unos treinta años, cuando comenzó su vida pública, según nos cuenta san Lucas– en el taller de su padre, José, y más tarde posiblemente al frente del mismo. Jesús pasó la mayor parte de sus días sobre la tierra trabajando, como todos los hombres y mujeres de bien. Se ocupaba en una tarea corriente, sin más relieve la mayoría de las veces que el sobrenatural, por el amor a Dios y la perfección que ponía en cada detalle.

El trabajo ocupa la mayor parte de nuestro tiempo. Trabajo que no es exclusivamente la ocupación profesional en sentido estricto. Trabajo es asimismo cualquier otra actividad productiva en sentido amplio, que, por lo general, requiere un cierto esfuerzo por parte de quien la realiza: desde responder el correo a leer un artículo cultural que contribuye a la propia formación o charlar con un hijo o con un amigo, tratando de ayudarle.

El esfuerzo: he aquí la dificultad. Dificultad añadida al trabajo como consecuencia del pecado. Ganarás el pan con el sudor de tu frente, advirtió Dios a Adán en el Paraíso Terrenal, después de la desobediencia. Habiendo perdido, al desobedecer, la inocencia original, el trabajo, desde entonces, es en cierto sentido una pena, un castigo a la rebeldía humana. Ahora, trabajar cuesta. Cualquier actividad –hasta la más pequeña– que emprende el hombre en beneficio propio le supone esfuerzo: es trabajosa, decimos, para indicar que de algún modo nos pesa.

El trabajo no se realiza con gusto y constancia de modo espontáneo. Es preciso casi siempre un empeño por mantener la decisión –que cuesta– del orden, de la puntualidad, del cuidado del detalle... Sucede, por el contrario, que lo fácil es generalmente de poco valor y no cubre las expectativas y requerimientos personales. Todo lo que vale es trabajososo y ningún ideal se hace realidad sin sacrificio..., leemos en Camino. Se trata, en todo caso, de un esfuerzo, de un sacrificio, de una renuncia incluso –si queremos llamarlo así–, aunque sea llevadero. De ordinario, en efecto, lo que se espera de cada persona en el terreno profesional y en sus deberes familiares y sociales es algo posible, razonable.

Sin embargo, el hombre trabajaba antes de pecar. Como dice el libro del Génesis, tomó, pues, Yahveh Dios al hombre y lo dejó en al jardín de Edén, para que lo labrase y cuidase. Sólo después del pecado sintió el hombre la dificultad del esfuerzo. El trabajo de la tierra no sería en adelante una tarea confortable: espinas y abrojos te producirá, aseguró Dios a Adán. Lo cual, en modo alguno privó al trabajo de su grandeza original, por la que el hombre había sido constituido Señor de la naturaleza: llenad la tierra y sometedla, dijo Dios al hombre haciéndolo señor de toda la creación terrena. El trabajo aparece, pues, como un designio y don de Dios a los hombres, por el que los constituye en señores del mundo que había creado para ellos.

La actividad humana, por tanto, ya que puede ser trabajo casi siempre, es una permanente ocasión de configurar nuestra existencia según el querer divino, de amar a Dios agradecidamente y del más pleno desarrollo personal: aquel querido desde el principio por nuestro Creador.

Pedimos a Santa María que contemplemos en cada instante esa ocasión que se nos presenta, irrepetible, de vivir según Dios. Con su ayuda maternal no nos faltará la fuerza necesaria y sabremos superar la debilidad y falta de constancia que son consecuencia del pecado.

IMAGEN DE SAN JOSÉ OBRERO PARA COLOREAR





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